En el último viaje que hice al mundo, comencé por pernoctar en un lugar, solo. Me vi de noche, vigilado por mi mismo, yendo a comprar algo de comer para sobrevivir. Hubo algo así como una tristeza infinita que se apodero de mí al pasar la calle, y luego fui atendido solitariamente en el único lugar abierto a aquellas horas de la noche. Una contracción reflexiva me hizo perder la conciencia del lugar en donde estaba y de lo que hacia y me confundí con el ambiente. Formé parte de aquellas calles solas e iluminadas, silenciosas, en donde un desplazamiento lento parecido a pasos me llevaba a un estado nulo. Me fundí con la nada viniendo de regreso. Perdí mi conciencia. Pare y me estuve quieto y dormido no sé por cuanto tiempo, hasta que se hizo de día. Quizás eso sucedió porque no tenía un lugar a donde ir. Al pasar las horas tome conciencia de un ritmo exterior increíble, y de un movimiento de sol y de nubes y un clima ondulante y repetitivo.
Pero no fui capaz de ver el camión que casi me atropella o el charco de agua en el que me caí. Llovía profusamente y luego la lluvia cesaba y volvía a salir el sol. Iba caminado sin rumbo, sin saber en donde estaba, confundido porque en aquel momento no lograba recordar lo que había ido a hacer ahí ni lo que tenía que recordar. Hace mucho tiempo en época de mis padres estas cosas no solían suceder en las ciudades. Una persona podía hacer lo que quisiera o no, se trabajaba y se iba a descansar. Ahora ya no se puede hacer mucho y es por eso que el mundo está como está, los planes para el futuro se volvieron realidad, una densa y pastosa invasión. No me había dado cuenta de que Raúl me había encontrado por la calle y de que iba caminado con él. Pero eso no significaba que hubiese recordado por el hecho de su presencia lo que debía hacer aquella mañana, sino que la presencia de Raúl me había hecho recordar y saber quien era Raúl y no más. Todo indiferencia caminé con él hacia las calles del centro de la ciudad y hacia la zona de la plaza. No sé muy bien porqué pero en la plaza y en algunas calles antes, ya no era de día sino todavía de noche. O más bien la ancha avenida, el río, la plaza, todo estaba sumergido en la penumbra de las cinco de la mañana, y Raúl y yo llegamos a uno de los puestos de comida rápida que se abrían temprano en la mañana para los madrugadores. Qué extraño era que Raúl se comportara de la forma en la que se comportaba, chanceándose, bromeando, demostrando un excesivo y enfermizo falso placer exagerado. De pronto pensé que debía salir corriendo de ahí, la gente que me rodeaba ahí en el puesto, algunos conocidos, eran como no parecían ser, mientras que los desconocidos eran solo desconocidos. Raúl era un conocido que actuaba raro. Inmediatamente después de que me alejé del puesto de comida rápida, me di cuenta de que seguiría siendo de noche, de que seguirían pasando cosas absurdas y de que seguiría perdiendo la conciencia hasta que de alguna manera la recobrase, de una forma obligatoria como si la realidad se derrumbara por no poder soportar su peso. La idea se aproximaba a una revelación de significado pero empecé a perder la razón nuevamente.
Lentamente fui recuperándome, después de un largo rato, ahora sospecho que fueron unas dos horas, comencé a ver algo de luz. Tal vez el mundo se había atascado y en la mañana mientras había empezado a llover, el tiempo había retrocedido y ahora era de madrugada otra vez., sentía algún frío y cosas como grillos o pájaros de la oscuridad y ruidos lejanos, me vi caminando en una ligera pendiente y vi que la hierba me llegaba a los tobillos a Raúl y a mi, y me pregunté si a él le estaba pasando lo mismo porque ahora estaba muy callado y parecía mirar a los lados dudosamente, seguramente abstraído en un constante dialogo interior. Probablemente a lo lejos se veían las luces públicas y los faros de los carros, pero allí, ahora no se veía y ni se oía nada. de modo que había llegado hasta allí luego de haber perdido la conciencia, no sé porque pensé aquello de las luces y los sonidos instantes antes, constituían un enigma, porque yo no veía ni podía ver ni sentir nada. Se me ocurrió que tal vez me trasladé directamente desde la ciudad hasta aquél paraje solitario, pero se me ocurrió también que estábamos en peligro, en extraño peligro, no sé porqué, de que algo malo nos pasara, ahora más que nunca, en este lugar sombrío. Miramos hacia arriba y vimos algo así como una construcción , y sentimos que estábamos en una zona privada o un huerto o algo así, Raúl se encontraba ahí al lado, como si estuviese yo solo o yo al lado de mi mismo. No nos habíamos dado cuenta de que un hombre se hallaba ahí a nuestro lado, cerca. Se había cercado y supe que nos encontrábamos muy evidentemente perdidos, parados en el medio de aquel patio-jardín. Era un sitio alejado o una casa que tenía un patio muy grande y solo. Me sentía lejos de la ciudad, cuesta arriba en una montaña, el hombre parecía ser el dueño de la casa, o un trabajador de allí o algo por el estilo, No pareció preocupado en pedir explicaciones, nos señalo muy educadamente que podíamos salir por allá; por donde apuntaba su mano, le agradecimos y le dimos la mano a este señor. Seguimos caminando mientras el señor se perdía en la oscuridad, hasta que tropezamos con una cuerda suspendida a poca altura, amarilla en la penumbra y sospeché que salíamos de un patio de casa pobremente delimitado para entrar a otro. Llegamos hasta una calle entre un par de casas y caminamos por una acera que llevaba a un jardincito protegido por una reja pequeña e intenté mirar hacia adentro de aquella casa. Tengo que aclarar que en este punto yo ya no podía entender lo que estaba sucediendo, ni sabía que hacer o que no hacer y me hallaba alarmado, pero me interesaba saber adonde terminaría. Algo tiene que suceder al dejar la monotonía y salir a vivir y a veces suele ser complicado como ahora. Tuvo que existir una razón, ciertamente, para haber ido allí, aunque en ese momento no sabía que había venido a hacer. Estábamos ahora de pie y al frente de un pequeño jardín trasero, o delantero, no sabía bien, era una pequeña reja y era verde y esa parecía ser la continuación más corta y más lógica del camino. Raúl debía estar muy lúcido porque se encontraba llamando allí mucho antes de que yo pensara siquiera en reaccionar. Ahora las cosas eran preocupantemente raras, sentía lo misterioso rondando por el ambiente o parado al lado de nosotros dos.
Una mujer de unos veinticinco años estaba ahora allí preguntándonos que qué queríamos. Queremos pasar dijimos al unísono. Nos mira por un momento, estática, y de pronto habla como si nos golpeara; solo pasar, dijo, y salir a la calle, debíamos tener cuidado de no desordenar ni afectar nada. Pasamos al jardín pequeño y vimos que esta mujer era de una clase especial que nos resultaba familiar. Al llegar a la puerta supimos de qué se trataba todo; había una sala enorme atiborrada de niños u adolescentes. No recuerdo bien. Un pizarrón lleno de dibujos de animales, cosas grandes tiradas por el piso. Pasamos por entre el montón de alumnos, unos conversaban, otros tenían tareas extensas que hacer, aquello era más bien grande y había más varones que hembras. Abriéndonos paso por entre aquella turba llegamos lo que era la puerta de salida , una joven solitaria se había abrazado a ella y miraba por los vidrios a la callecita campestre más bien sola, le dije que quería salir. Ella voltea; extrañísima mirada. En ese momento pensé en abrir la puerta con todo y mano que apretaba el pomo y con todo y alumna. Ella abre la puerta sin dejar de mirarme a los ojos, totalmente desconcentrada. Yo la miro y salgo, unos pasos más adelante, oigo una voz como halada desde una profundidad; “vuelve”. Yo me doy vuelta y pretendo mirar a quien ha dicho esto pero ya no hay nadie, y así sigo en un tomo similar pensando que la muchacha fue la que dijo esto; pero al caminar recuerdo que sonaban como dos voces distintas, en fin, caminé por esta calle que era parecida a dos calles adyacentes, una calle en la que acababa un pueblo y se iba hacia las calles cercanas de un pueblo, no puedo ahora categorizar esta calle, ni aplicar algún sentido a ello, todo era absolutamente arbitrario y ni siquiera si pudiese lograría algún fin. hacía frío y comenzaba a haber mas luz por fin, sentía una lucidez pesada, como cuando me levantaba de un sueño muy largo, Raúl estaba detrás de mi, en ese momento recordé que Raúl no había salido aún de la escuela en el momento en el que escuche el “vuelve”, que tal vez había sido de él, era aquella voz secundaria como una voz femenina, decididamente de la escuela o de alguien que reconoció, no podía recordar si allí en el salón de clases se encontraban otras personas tal vez adultas, tal vez una de aquellas personas adultas se hallase relacionada con Raúl y aquellas palabras estaban dirigidas a él, la gente hablaba y hablaba, llegué a una calle de esas que poseen los pueblos elevados, o las ciudades que se extienden al pie de las laderas o de las montañas, como las que se encuentran estrechamente en las orillas de un río barrancoso y una pared de tierra o roca, con el color del barro por las fuertes lluvias y con una vegetación oscura o niebla a esa hora del día, con bares, con comercios yaciendo, con agua escurriendo en débiles riachuelos por el declive pronunciado, y por la llovizna repetida, aquella calle como una ultima calle que separa a un pueblo de una montaña. A través de aquella calle serpenteante avanzo y me siento atraído por ella con un magnetismo irremediable, y avanzo mientras Raúl avanza, y los que me acompañan, que son otros ahora, se me hacen lejanos, no puedo recordar que les digo ni puedo recordar si hablo con ellos, si hablo y pienso al mismo tiempo, sin lograr saber en donde estoy, me siento como si yo mismo fuese mi propio espectador. De pronto algo extraño avanza hacia nosotros en el medio de aquella calle ancha; es un extraño automóvil deforme, amarillo y cuadrado con una prolongación en el techo que no divisamos bien, pero que después de un rato se nos revelaba como una calavera gigante amarrada al techo, probablemente falsa. Viene viajando a gran velocidad por la carretera, la clavera amarrada con cuerdas al techo no es una clavara humana, sino de una quimera, con un pico, como una calavera enorme humana pero con un pico de pájaro en lugar de mandíbulas a la altura de la boca, igualmente proporcionado con el tamaño de la calavera. En lugar de ser transportada esta calavera parecía ser usada como adorno por el propietario del vehiculo. Cuando iba a pasar a nuestro lado el vehiculo se escondió con gran velocidad en una agujero oculto con vegetación en la pared de roca que estaba en el lado izquierdo de la carretera, en el cual apenas cabía con todo y su carga. Nosotros no comprendíamos lo que esto significaba ni sabíamos que hacer. Instintivamente salimos corriendo hacia la parte alta del camino, no nos atrevimos a acercarnos al agujero en donde desapareció el vehículo, pero sin embargo yo caminaba y miraba hacia atrás para ver si el vehiculo volvía a salir. La lluvia estaba fría y yo estaba empapado hasta los huesos, sentía cansancio y recuerdo haber visto el rostro de Raúl contraído por el esfuerzo y recuerdo haberlo escuchado jadear. después llegamos a una parte relativamente amplia que tenia el precipicio del río a la derecha, un puente que lo cruzaba y una gasolinera o algo como eso, la gente huye o es poca, unos metros más arriba de donde nos ubicábamos hay niebla y llueve mucho, en el punto en que se conectaba la carretera con la carretera del puente y justamente en frente de aun anuncio de un restaurante hay algo pasando, la gente escapa, al lado de la afloración rocosa se halla algo así como una boca o unas labios humanos gigantescos pero delgados que están con unas sonrisa muy leve. Vuelvo la cabeza para buscar a mis acompañantes pero he aquí que estos se han quedado muchos pasos atrás y se han detenido varios segundos antes. Me miran con expectativa a mi y yo observo que esta boca monstruosa tiene un sonrisa sarcástica, de modo que siento que caído en una especie de trampa y que debo ser ahora cauteloso ante el peligro. Los labios son de color oscuro y muy largos, yo trato de retomar mi posición natural, de pie y a hasta me arriesgo a sacar una pequeña sonrisa, al igual que aquellos labios, siento que estos se mueven, pero decido que no es conveniente volver a mirarlos. Entonces decido caminar, pero nada pasa… solo camino sin pensar en nada, convenciéndome a mi mismo de que aquellos labios no existen o de que no estoy conciente de su presencia. Cuando pasé justo por el frente de los labios estos se abrieron y pude entrever una fila interminable de dientes triangulares y pequeños a todo lo largo de ambos. La boca esta hablando; lanza insultos contra mi pero por una extraña razón, esto no me sorprendía y ni siquiera podía entender totalmente el significado de las palabras y estas no lograban agredirme de ninguna forma, seguí caminando, fingiendo no oír nada o no ser correspondido, aún cuando era evidente que los indultos estaban dirigidos hacia mi, pues no se encontraba más nadie caminando por ese lugar, ni aún en la calles cercanas ni a mucha distancia, solo yo por el centro de la calle, y llueve. Cuando estaba llegando mas lejos la boca se abrió en toda su larga forma y una figura monstruosa y seguramente femenina y con una voz de cierta forma parecida a la mía comienza ahora a increparme de una forma más grosera y fuerte. La figura estaba desnuda y parece tener alguna deformidad, y estaba pegada por algo al interior de aquella boca gigante, entonces le miro y finjo no saber lo que pasa, no sentía miedo y en ese momento tenía la extraña seguridad de que nada me pasaría. La figura blande una lanza o jabalina hecha del mismo material del cual ella parece estar hecha, tal vez esta lanza o jabalina produjese algún efecto al caer, pensaba yo, o era venenosa o algo así, tal vez aquello me heriría, tal vez no. no me preocupé y seguí caminando unos pasos más hasta que eso colmo su paciencia y trató de lanzar su arme en mi direccion. Pero era muy tarde y yo ya me encontraba cerca del otro lado del área del monstruo, oculto en una depresión terrosa a mi derecha. Abajo se hallaba la acequia, el palo o la lanza quedó allí o un poco más allá y yo sin esperar nada me levanté y salte a la carretera repentinamente y contiene caminando con el mismo ritmo y de la misma forma anterior, la torpeza del monstruo no le había permitido lograr su cometido, se quedó atrás en el camino quejándose y llorando o riéndose. Raúl y las otras personas que me acompañaban también se han quedado atrás, no tuvieron las agallas de pasar por ahí o el monstruo los ha mantenido alejados con sus insultos y amenazas, así qué continúe caminando por aquella calle sin encontrar alguna otra ocas significativa, aún llueve un poco, y después de un tiempo siento que la calle se estrecha y veo que me encuentro en un lugar solitario y silencioso en donde caen las gotas de lluvia silenciosamente, hay muy pocos edificios y casas. Y ninguna persona, las aceras son estrechas y descuidadas, todo se reduce a casas y ventanas, por este camino continué hasta que dobló a la derecha en una curva y se volvió aún más delgado, el cielo se oscurecía y se veían algunas nubes negras, pero no dejaba de verse la claridad del día.
Parecía ser el final del asfalto y me encontraba solo, en un callejón con un piso de tierra, el lugar en el que estoy parecía que estaba rodeado de casas pequeñas, pero sin puertas ni ventanas, parecería como si las casas de ese lugar me diesen la espalda negativamente. Al final de aquel callejón había una puerta pequeña, oscura, metálica, en la que el camino parecía terminar. Creí escuchar una música cercana de un tipo que no había escuchado jamás, no puedo recordar de donde venía, tal vez de una casa. Pero parecía sonar en el interior de mi cabeza. Aquella música me hacía sentir como en el final del mundo, era más bien un ruido submarino poco audible. Por un momento me mantuve delante de la puerta, y mi pensamiento se encontraba quieto, extrañamente sereno. Luego, recordé todo lo que me había sucedido, cada etapa del extraño viaje y lo que tenía para contar cuando llegase a casa, la serie de circunstancias maravillosas y casuales que me habían llevado a este lugar, y la sensación de que debía ahora, llegar hasta un final hipotéticamente ubicado en el lado allá del misterio, conocer algún significado que me aguardaba.
Tomé el asa de la que estaba provista aquella puerta y sentí el temor de una disipación explosiva; de que todo se disparara en algún momento; que tal vez me vigilase una fuerza, o, de que alguien que no deseaba que yo llegase tan lejos, me impidiera entrar. Me sentía al borde de la inexistencia, a punto de desvanecerme. Temí llegar entonces a un lugar en el cual las cosas volvieran a la normalidad o en el lugar en el que había empezado, allá, en la ciudad, mientras formaba parte de las calles solas e iluminadas, silenciosas, en donde no tenía ningún lugar al cual ir, en donde me sentía parte de la nada, en aquel lugar en donde pasé la noche y al cruzar la calle me atendieron solitariamente en el único lugar abierto a aquellas horas, vigilado por mi mismo, necesitando comer para poder sobrevivir.